La noche se prestaba para la historia. El cielo tucumano, despejado y expectante, parecía listo para enmarcar una de esas vigilias donde el pueblo se abraza a la Patria en la antesala de un nuevo 9 de julio. Pero algo faltaba. O mejor dicho, alguien. El presidente Javier Milei no pudo asistir debido a las malas condiciones climáticas en Buenos Aires, que impidieron su traslado por vía aérea a Tucumán, por lo que la visita se suspendió horas, lo que generó sorpresa.
Sin el jefe de Estado a la cabeza de la tradicional ceremonia frente a la Casa Histórica, el escenario cambió. La seguridad se relajó un poco, pero no lo suficiente como para permitir el libre acceso del público. Vallas, cordones policiales y zonas restringidas transformaron el Paseo de la Independencia en un evento exclusivo. Del espíritu popular y callejero que solía caracterizar estas vigilias, quedó poco y nada. Solo ingresaron quienes contaban con la invitación correspondiente: funcionarios provinciales y municipales, legisladores, jueces y algunas figuras nacionales.
Desde las 22:30, los primeros invitados comenzaron a llegar. Eran recibidos con sonrisas, café caliente y con masas finas y sándwiches de miga, provistos por la tradicional sanguchería “Pepe”. El ambiente, aunque solemne, tenía más de cóctel que de ceremonia patria. Legisladores, intendentes y asesores hacían fila para asegurarse su “ración”. Algunos bromeaban entre risas: “La cajita con masas es lo mejor de la noche”.
Del otro lado de las vallas, el pueblo miraba de lejos. A las 23:30 comenzaron los reclamos: “¡Déjennos pasar!”, gritaban algunos. Querían acercarse, aunque fuera un poco, a la historia. Pero no hubo caso. Desde los parlantes sonaban marchas patrias, mientras el operativo de seguridad se mantenía firme.
Poco después, llegaron los gauchos con la imagen de la Virgen de la Merced sobre los hombros. Los Infernales de Güemes interpretaron melodías solemnes que se perdían entre los muros del Paseo, donde los invitados ya ocupaban sus asientos. Estaban todos: funcionarios del Ejecutivo, legisladores oficialistas y opositores, miembros de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán, el obispo Carlos Sánchez, la senadora Beatriz Ávila y las diputadas nacionales Gladys Medina y Elia Fernández de Mansilla.
A las 23:55, todas las miradas se concentraron en la emblemática puerta de la Casa Histórica. El gobernador Osvaldo Jaldo, acompañado de su esposa, cruzó el umbral junto al vicegobernador Miguel Acevedo y la intendenta de la Capital, Rossana Chahla, quien había aterrizado apenas unas horas antes, tras participar de una actividad en Buenos Aires.
A las 00:00, los gauchos entonaron el Himno Nacional. Se respiró un silencio cargado de respeto. Luego las autoridades procedieron a firmar el libro de visitas de la Casa Histórica, depositaron una ofrenda floral frente a la figura de Narciso de Laprida —presidente del Congreso de 1816— e hicieron un minuto de silencio lleno de simbolismo. Así concluyó el acto protocolar, que también contó con la presencia de los vicegobernadores de Salta y Entre Ríos.
El segundo patio: vinito, empanadas y protocolo gourmet
En el segundo patio de la Casa Histórica, lo solemne dio paso a una fiesta privada. Había de todo: empanadas calientes, locro, humitas, sándwiches de milanesa de “Los Electrónicos” y vino Malbec de la reconocida bodega Catena Zapata. El aroma se mezclaba con el murmullo de los asistentes, que dudaban entre servirse una segunda copa o sacarse una selfie con algún funcionario.
Los mozos iban y venían. Algunos invitados, bandeja en mano, parecían más ocupados en llenar el plato que en rememorar la independencia. Las manos no alcanzaban para agarrar todo. Se comía bien, se bebía mejor.
Según comentaron algunos presentes, ese ágape había sido pensado originalmente para el presidente y su comitiva. Pero ante su ausencia, los anfitriones decidieron no desaprovechar la ocasión. Como quien dice, "la Patria puede esperar, pero el Malbec no".
El cierre en la plaza
Poco después, el gobernador, el vicegobernador y la intendenta se dirigieron a la Casa de Gobierno. En la Plaza Independencia los esperaban más de 60.000 personas, entre tucumanos y turistas, ansiosos por los shows musicales. No sabían mucho de lo que había ocurrido adentro, pero estaban ahí, sosteniendo con su presencia esa parte de la fiesta que no tiene protocolo: la que es de todos.