Tras el acuerdo de cese del fuego y la liberación de rehenes, la región entra en una etapa de reacomodos diplomáticos y tensiones latentes. Estados Unidos, Egipto, Qatar, Turquía y las potencias del Golfo intentan redefinir su influencia en un tablero que ya no responde a las reglas de antes.
El primer punto y más importante de esta tregua es la liberación de los rehenes, que estuvieron cautivo durante dos años, luego del fatídico 7 de octubre, cuando la organización terrorista irrumpió en suelo israelí iniciando así uno de los capítulos más cruentos y complejos de este conflicto. Pero el acuerdo no marca una paz definitiva, sino el comienzo de un nuevo equilibrio inestable en Medio Oriente.
Ahora, con las armas en silencio, se abre una disputa menos visible pero igual de intensa: la lucha por definir el “día después” de Gaza y el nuevo orden regional que emergerá de los escombros.
Una tregua frágil, sostenida por intereses cruzados
El alto al fuego fue posible gracias a la presión militar israelí de estos últimos días, más la presión diplomática de Estados Unidos, con el respaldo de los Egipto, Qatar y Turquía. Cada uno aportó algo: canales de diálogo, recursos o presión política. Sin embargo, todos saben que el pacto es precario.
El cese de fuego no resuelve las causas profundas del conflicto, Hamas se niega a deponer las armas, con lo cual se trata, más bien, de un respiro táctico para evitar una nueva escalada que podía arrastrar a toda la región.
En el fondo, lo que está en juego es quién administrará Gaza una vez que se retire el ejército israelí y cómo se financiará su reconstrucción. Detrás de la ayuda humanitaria hay poder, contratos y legitimidad política.
Las potencias regionales reacomodan sus fichas
La guerra alteró los equilibrios tradicionales del mundo árabe. Egipto, mediador histórico, volvió al centro de la escena. Su prioridad es garantizar que el conflicto no desborde sus fronteras y que no haya un nuevo éxodo masivo de refugiados hacia el Sinaí.
Qatar y Turquía ganaron protagonismo al mantener vínculos directos con Hamas. Su rol de interlocutores los consolida como puentes entre Occidente y el islam político, un capital que ambos países saben aprovechar en el tablero regional. No obstante, no hay que olvidar que Qatar fue el principal financista de Hamas y el que dio asilo a los máximos líderes terroristas.
Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, impulsores de la normalización con Israel antes de la guerra, se vieron obligados a recalibrar su discurso. Las imágenes de la devastación en Gaza generaron un fuerte rechazo en sus propias sociedades, y hoy buscan equilibrar su acercamiento a Israel con gestos hacia la causa palestina.
Irán, por último, emerge con una mezcla de desgaste y persistencia. Su influencia en los grupos armados de la región sigue siendo clave, pero la guerra dejó en evidencia los límites de su estrategia de confrontación indirecta.
El rol de Donald Trump: motor indispensable, pero ¿hacia dónde?
Donald Trump ha emergido como la figura central que posibilitó el cese del fuego y el acuerdo con Hamas, aunque su intervención tiene tanto fortalezas como grandes interrogantes.
También fue clave la delegación diplomática que envió Trump: su enviado especial Steve Witkoff, junto con Jared Kushner (su yerno), fueron actores centrales en las negociaciones en Egipto, manejando las tensiones entre Hamas, mediadores como Qatar y Turquía, y presionando para que se concretara un acuerdo. El gobierno de Trump pudo movilizar no solo diplomacia intensa, sino también incentivos y amenazas, manejando el balance entre apoyos internacionales, gestión humanitaria y reputación global.
No obstante, los interrogantes que deja no son menores: temas estructurales como el desarme de Hamas, la gobernanza futura de Gaza, la responsabilidad de reconstrucción y quién supervisará realmente los mecanismos de seguridad siguen sin resolverse con claridad. Trump propuso un gobierno transitorio tecnócrata, pero Hamas rechaza abandonar completamente su poder, lo que complica la implementación práctica.
Un nuevo mapa en construcción
La posguerra deja un panorama cargado de incertidumbres. Israel enfrenta una presión internacional inédita y manifestaciones antisemitas en muchas partes del mundo. Hamas, aunque golpeado, conserva una base de apoyo popular que lo mantiene como actor político relevante. Y la Autoridad Palestina continúa debilitada, sin autoridad real ni legitimidad ante su propio pueblo.
Mientras tanto, los países árabes buscan redefinir su papel en la región sin depender exclusivamente de Washington, y Europa permanece al margen, atrapada entre la condena moral y la falta de influencia real.
El fuego se apagó, pero las brasas siguen encendidas. Y de cómo se gestionen en los próximos meses dependerá si esta tregua se convierte en una oportunidad o en el preludio de otro ciclo de violencia.
Mgt. Macarena Sabio es Docente de la Lic. en Relaciones Internacionales de la Universidad de San Pablo-T