
El análisis de la evolución de las capacidades de consumo en la Argentina urbana revela que, si bien la coyuntura más reciente registró una estabilización relativa tras la aceleración inflacionaria y el ajuste recesivo de 2023-2024, los déficits monetarios y el estrés económico persisten en niveles estructuralmente altos, asemejándose a periodos de fuerte tensión social como 2018/2019 o 2022/2023,. El estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, que complementa las mediciones tradicionales de pobreza por ingresos con indicadores subjetivos como el estrés económico y la capacidad de ahorro, concluye que la proporción de hogares y población que padece privaciones económicas constituye un problema de arrastre que afecta al país "desde hace poco más de cuatro décadas".
El informe, al que tuvo acceso Tendencia de Noticias, destaca que, en lo que respecta a la coyuntura, la combinación de factores macroeconómicos, el estancamiento interno y la aceleración inflacionaria a partir de 2023 deterioraron el poder adquisitivo, desembocando en un ajuste recesivo. En este contexto, las privaciones monetarias de los hogares y la población "mostraron una marcada aceleración durante la crisis y el ajuste recesivo de 2023-2024".

Posteriormente, con la estabilización inflacionaria y una recuperación parcial de los ingresos reales, se observó un descenso en los indicadores de privación monetaria entre 2024 y 2025. Sin embargo, esta mejora relativa "no constituye, al menos por ahora, evidencia de un cambio estructural en las condiciones de vida". Los niveles recientes de privaciones, según el indicador que se considere, "se asemejan a los registrados en 2022/2023 o incluso en 2018/2019, períodos también caracterizados por altos niveles de déficits monetarios, exclusión y tensiones en el mercado de trabajo".
En términos de pobreza e indigencia por ingresos, que funcionan como el punto de partida para el diagnóstico económico-social, se mantiene un piso estructural de "alrededor del 5% de personas en indigencia y 25% en pobreza" a lo largo de los últimos 20 años. No obstante, la mejora relativa reciente en la pobreza por ingresos podría estar "sobrestimada por cambios en el sistema de precios (tarifas y servicios), que modificaron la proporción de gastos fijos y variables de los hogares y redujeron la capacidad real de consumo".
El alto índice de Estrés Económico y las desigualdades persistentes
Para avanzar hacia un diagnóstico más completo, el documento incorpora la medición del Estrés Económico, que captura la "percepción subjetiva de insuficiencia de ingresos de los hogares para cubrir las necesidades básicas". Este indicador permite incorporar "dimensiones que no aparecen en la medición tradicional, así como el componente de la experiencia".

El informe es contundente al señalar que el Estrés Económico afecta actualmente "a alrededor del 47% de la población," lo que significa que "casi 1 de cada 2 personas vive en hogares con estrés económico". A pesar de la disminución del déficit en 2024-2025, los niveles actuales "regresan a los de 2022-2023," manteniéndose "por encima del piso histórico cercano al 35%".
Las desigualdades se mantienen marcadamente, afectando a los sectores más vulnerables y a los hogares con niños:
Nivel Socioeconómico (NSE): Persisten "fuertes desigualdades según variables de corte," con alrededor de "7 de cada 10 hogares de NSE bajo lo padecen".
Hogares con niños: Las tasas de indigencia y pobreza, así como el estrés económico, mantienen sistemáticamente tasas mayores en hogares con niños,.
Trayectorias: Las trayectorias de pobreza confirman que la cronicidad es "significativamente más elevada y estructural en los estratos socioeconómicos más bajos". Si bien en la fase de estabilización aumentaron las mejoras, la pobreza crónica persiste en los más vulnerables. En el estrato muy bajo, las condiciones de estrés económico persisten e "incluso se profundiza la cronicidad".

La persistencia del Estrés Económico elevado, con una cronicidad cercana al 30%, sugiere que "la población no ha sentido la baja de la pobreza con la intensidad que muestran los indicadores tradicionales".
La capacidad de ahorro y el rol de las transferencias sociales
En cuanto a la capacidad de ahorro, medida de manera perceptual, se mantiene en niveles estructuralmente bajos: entre el 8% y el 16% de la población declara poder ahorrar, exhibiendo una "tendencia descendente persistente entre 2010 y 2025". El análisis de panel revela que el 83% de los hogares "permanece crónicamente sin capacidad de ahorro en ambos años observados".
Las brechas son pronunciadas; el segmento medio-alto "concentra la mayor capacidad de ahorro, muy por encima del resto". El repunte limitado de 2024-2025 solo alcanza para regresar a niveles de 2022-2023 o 2018, "sin revertir el deterioro acumulado".

Respecto al papel de los programas sociales de transferencias de ingresos, el informe concluye que, si bien su cobertura se concentra en los hogares más vulnerables y son un paliativo necesario, resultan insuficientes para revertir los déficits estructurales,. Los ejercicios de simulación indican que estas transferencias son cruciales para evitar que la situación empeore dramáticamente: "Sin estos ingresos, la indigencia prácticamente se duplicaría y la pobreza sería alrededor de un 20% más elevada".

Percepciones económicas: optimismo generacional y pesimismo sobre el país
Finalmente, el informe aborda las percepciones de la población sobre su situación económica, tanto intergeneracional como futura.
Al comparar su presente con el pasado de sus padres, el 42% de los encuestados considera que "su situación económica actual es peor que la de sus padres," percepción que es más negativa en los estratos socioeconómicos más bajos. Sin embargo, la mirada hacia el futuro mantiene un alto grado de optimismo generacional, ya que el 82% cree que "sus hijos o nietos tendrán más oportunidades que ellos/as," una expectativa que "se acentúa en los estratos más bajos".

En cuanto a las proyecciones a corto plazo para el próximo año, el pesimismo se concentra en el panorama general: poco más del 40% espera una "situación económica peor para el país". Esta expectativa negativa es significativamente menor cuando se trata de la situación personal o familiar, ya que solo un 24% anticipa un empeoramiento para "sí mismo/a o su familia". No obstante, esta diferencia se reduce considerablemente en los estratos más vulnerables, donde "la brecha entre lo que esperan para el país y para sí mismos es menor," lo que implica que en estos sectores "aparece menos margen para 'escapar' a un escenario adverso".