El Papa León XIV canonizó hoy a los beatos Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati durante una multitudinaria Misa en la Plaza de San Pedro. Más de 80 mil fieles participaron de esta celebración histórica, en la que el Pontífice presentó a los dos jóvenes santos como modelos de vida cristiana auténtica, especialmente para las nuevas generaciones. En su homilía, el Papa afirmó que ambos respondieron “sí” a Dios cuando aún eran jóvenes y se entregaron a Él plenamente, sin guardarse nada para sí. Subrayó que ambos estaban “enamorados de Jesús y dispuestos a dar todo por Él”.
Para el Papa, los nuevos santos son una invitación para todos, pero especialmente para los jóvenes, a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y convertirla en una verdadera obra maestra. Antes del inicio de la celebración Eucarística, el Santo
Padre dirigió unas palabras espontáneas a los presentes, entre quienes se encontraban las familias de los nuevos santos, religiosos, movimientos eclesiales y delegaciones oficiales. Agradeció su presencia y les recordó que todos estamos llamados a la santidad. Dijo que se trataba de una hermosa celebración no solo para Italia, sino para toda la Iglesia y para el mundo entero. Reconoció que, aunque la celebración fuera solemne, era ante todo un día de gran alegría, y saludó especialmente a los numerosos jóvenes que llegaron desde distintos países. Afirmó que estar juntos en ese día era una verdadera bendición del Señor y un don de fe que todos querían compartir.
Durante su homilía, al comentar las lecturas del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Papa reflexionó sobre la pregunta que surge en el corazón del joven rey Salomón: “¿Qué debo hacer para que nada se pierda?”. Señaló que, a pesar de tener muchos bienes, Salomón comprendió que debía pedir a Dios un don aún mayor: su sabiduría, para conocer sus proyectos y adherirse a ellos fielmente. Según el Papa, este pasaje nos recuerda que el riesgo más grande en la vida es desaprovecharla fuera del proyecto de Dios.
También recordó que Jesús, en el Evangelio, nos llama a adherirnos por completo a su plan. Dice: “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”; y agrega: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. El Papa explicó que esta invitación de Jesús es un llamado a lanzarse sin vacilar a la aventura del Evangelio, apoyados en la inteligencia y la fuerza que vienen del Espíritu Santo, algo que solo es posible cuando nos despojamos de nosotros mismos, de nuestras cosas y de nuestras ideas para escuchar su palabra.
A partir de esta reflexión, el Papa evocó el testimonio de muchos jóvenes que, a lo largo de la historia, vivieron ese momento decisivo. Mencionó a Francisco de Asís, quien siendo joven, rico y sediento de gloria, partió a la guerra con el deseo de ser nombrado caballero. Pero en el camino Jesús se le apareció y le hizo reflexionar sobre lo que estaba haciendo. Fue entonces cuando Francisco preguntó: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. A partir de esa pregunta, cambió el rumbo de su vida y comenzó una historia de santidad, despojándose de todo para seguir a Cristo, abrazando la pobreza y poniendo el amor a los demás por encima de la riqueza.
Antes de referirse a los nuevos santos, el Papa también recordó a san Agustín, otro joven que en medio de los enredos de su vida, escuchó en su interior una voz que le decía: “Solo a ti quiero”. Esa voz lo llevó a tomar una nueva dirección, a vivir con una lógica distinta, donde nada de su existencia estuvo perdido. El Papa insistió en que no debemos olvidar que estos grandes santos comenzaron su camino siendo jóvenes que respondieron con generosidad al llamado de Dios.
Sobre Pier Giorgio Frassati, el Papa destacó que encontró al Señor a través de la
escuela y los grupos eclesiales, y dio testimonio de su fe con alegría, en la oración, la amistad y la caridad. Lo describió como un joven comprometido con los pobres, hasta el punto de que sus amigos lo apodaron “la Empresa de Transportes Frassati”, por sus recorridos por las calles de Turín llevando ayuda. Afirmó que su vida sigue siendo una luz para la espiritualidad laical, ya que su fe no fue una devoción privada, sino una fuerza que lo llevó a comprometerse con la sociedad y a entregarse al servicio de los más necesitados.
Respecto a Carlo Acutis, el Papa explicó que encontró a Jesús primero en su familia, gracias a sus padres, y luego en la escuela y en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Señaló que Carlo integró de manera natural la oración, el estudio, el deporte y la caridad en su vida cotidiana, y que su ejemplo muestra que la santidad es posible también en la adolescencia. Tanto Carlo como Pier Giorgio cultivaron su amor a Dios mediante prácticas sencillas y accesibles: la misa diaria, la oración, la adoración eucarística y la confesión frecuente. El Papa recordó una de las frases de Carlo: “Cuando nos ponemos frente al sol, nos bronceamos. Cuando nos ponemos ante Jesús en la Eucaristía, nos convertimos en santos”. También citó otra de sus máximas: “La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo; la felicidad es mirar a Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto. Basta un simple movimiento de ojos”.
Ambos santos mostraron una gran devoción por la Virgen María y por otros santos, y vivieron la caridad a través de gestos concretos, muchas veces ocultos. Pier Giorgio decía: “Alrededor de los pobres y los enfermos veo una luz que nosotros no tenemos”. Consideraba la caridad como “el fundamento de nuestra religión”, una actitud que compartía con Carlo, practicándola con discreción y constancia.
El Papa también habló del sufrimiento que ambos vivieron a causa de la enfermedad, sin que esto los alejara de Dios. Pier Giorgio, antes de morir, dijo: “El día de mi muerte será el día más bello de mi vida”. En su última fotografía, escalando una montaña en Val di Lanzo, escribió: “Hacia lo alto”. Carlo, por su parte, solía decir que el cielo nos espera desde siempre y que amar el mañana es dar hoy nuestro mejor fruto.
Al concluir la homilía, el Papa subrayó que los nuevos santos nos animan a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto. Recordó que Carlo decía: “No yo, sino Dios”, y que Pier Giorgio afirmaba: “Si tienes a Dios como centro de todas tus acciones, entonces llegarás hasta el final”. Con estas palabras, el Papa presentó una fórmula sencilla pero segura de santidad: vivir con Dios en el centro y entregar la vida con alegría y generosidad.
La canonización de Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati no solo eleva sus nombres al honor de los altares, sino que envía un mensaje potente al mundo entero: la santidad es posible en la juventud, cuando se vive con fe, con amor a Dios y con compromiso hacia los demás.
Noticia redactada con información de vaticannews