Según afirmo Noticias Argentinas la alteración de los ecosistemas microbianos afecta a millones de personas en todo el mundo, interviniendo en mecanismos que contribuyen al desarrollo de obesidad, malnutrición, enfermedades crónicas no transmisibles y a la degradación ambiental.
El XXIII Congreso Argentino de Nutrición, organizado por la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), cerró su última jornada con una conferencia que dejó una fuerte impresión en la comunidad científica y profesional. Bajo el título “Microbioma y una sola salud”, en sintonía con el lema del congreso “Una sola salud”, se abordaron temas clave para el futuro de la salud pública global.
La conferencia estuvo a cargo del Dr. Gabriel Vinderola, investigador del CONICET y docente de la Universidad Nacional del Litoral, quien planteó uno de los desafíos más urgentes de la nutrición contemporánea: cómo preservar y potenciar la salud del microbioma para, en paralelo, mejorar la salud humana, animal, vegetal y ambiental. Según explicó, el microbioma no es solo un conjunto de microorganismos, sino una pieza clave que conecta sistemas vivos y ambientes. Cuidarlo se ha convertido en una estrategia global de salud pública.
El cierre del evento, tras tres días de ponencias, debates y talleres, trajo un enfoque integrador y multidimensional para afrontar problemáticas que afectan a millones de personas, como la obesidad, la malnutrición, las enfermedades no transmisibles y la degradación ambiental. De acuerdo con la evidencia científica compartida, todas ellas están profundamente vinculadas con la alteración de los ecosistemas microbianos, tanto del cuerpo como del ambiente.
El concepto de Una sola salud, promovido por organismos internacionales como la FAO, la OMS, la WOAH y el PNUMA, parte de una premisa sencilla pero fundamental: la salud humana no puede entenderse ni preservarse sin considerar la salud de los animales, las plantas y los ecosistemas. En este entramado interdependiente, el microbioma se presenta como el eslabón perdido, según detalla el reciente informe de la FAO, que fue uno de los ejes analizados durante la presentación.
Vinderola explicó que estamos empezando a comprender que resolver los problemas de salud requiere más que intervenciones individuales. Es necesario restaurar ecosistemas biológicos en múltiples niveles, y el microbioma actúa como un sensor y modulador clave de esos equilibrios.
Durante su exposición, presentó cinco líneas de acción estratégicas para implementar desde las políticas públicas, los sistemas alimentarios, la salud y la educación, todas orientadas a mejorar la salud humana y ambiental a través del cuidado del microbioma:
Promover alimentos ricos en fibra, prebióticos y probióticos.
Evitar dietas de baja calidad nutricional que reducen la diversidad microbiana.
Fomentar prácticas alimentarias saludables desde los primeros mil días de vida.
Reemplazar agroquímicos por bioinsumos que protejan la vida microbiana del suelo.
Apoyar prácticas de agricultura regenerativa y orgánica.
Implementar políticas que incentiven la salud del suelo como base de la seguridad alimentaria.
Promover intervenciones nutricionales que restauren el equilibrio microbiano intestinal.
Integrar el monitoreo del microbioma en estrategias de salud pública para enfermedades como obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico y afecciones inflamatorias.
Incluir contenidos sobre microbiota en la formación de profesionales de la salud, veterinarios, agrónomos y educadores.
Diseñar campañas de alfabetización alimentaria con enfoque microbiano.
Actualizar las pautas dietéticas nacionales para contemplar la salud del microbioma.
Incorporar indicadores de diversidad microbiana en evaluaciones ambientales.
Establecer marcos normativos que regulen prácticas industriales que dañan la microbiota humana y ambiental.
Impulsar alianzas público-privadas para la innovación basada en el microbioma.
La Dra. Virginia Busnelli, presidenta de la SAN, subrayó la importancia de cerrar el congreso con esta temática. Señaló que estamos frente a una revolución silenciosa, ya que durante décadas se subestimó el papel de los microorganismos, y hoy se sabe que sin ellos no hay salud posible. Incorporar al microbioma en la práctica profesional y en las políticas públicas es un paso impostergable.
Por su parte, la Dra. Mónica Katz, presidenta del Congreso, aportó que el microbioma actúa como un puente invisible entre el cuerpo y el entorno, y ese puente está debilitado. Si no se repara esa conexión, se seguirá observando un aumento de enfermedades que no se resuelven solo con medicamentos. Consideró que esta conferencia marca un antes y un después en la forma de entender la nutrición.
Tanto el documento “Microbiome: The Missing Link?” de la FAO, como el artículo técnico publicado este año por el consorcio FAO-OMS-WOAH-PNUMA, coinciden en la necesidad urgente de integrar la ciencia del microbioma en la agenda de salud global.
Vinderola advirtió que para diseñar políticas eficaces en obesidad o seguridad alimentaria, es fundamental considerar el impacto de múltiples factores sobre nuestros ecosistemas microbianos. Cada antibiótico innecesario, cada fertilizante químico mal utilizado, cada bebida alcohólica o alimento de baja calidad que ingerimos afecta a esos pequeños aliados invisibles que mantienen el equilibrio de nuestra salud.
Durante el congreso, se presentaron casos concretos de intervenciones exitosas vinculadas al microbioma:
Uso de probióticos para reducir diarreas o reforzar la inmunidad.
Biorremediación de suelos con bacterias beneficiosas para reducir micotoxinas.
Aplicación de inóculos microbianos en agricultura para mejorar la nutrición vegetal y reducir el uso de químicos.
Desarrollo de alimentos funcionales que mejoran la salud intestinal y metabólica.
Disminución de emisiones de metano en rumiantes mediante la manipulación del microbioma ruminal.
La Dra. Katz señaló que cada Ministerio de Salud, Ambiente y Agricultura tiene una parte del rompecabezas, pero que solo una estrategia coordinada puede generar el cambio necesario, y que ese cambio debe comenzar ahora. A su vez, destacó que, además de necesario, este enfoque es viable. De hecho, países como Finlandia, Francia y Canadá ya están incorporando indicadores microbianos en sus políticas agroalimentarias y de salud pública.
Uno de los puntos críticos señalados fue la necesidad de mejorar la formación profesional y la educación de la población. Vinderola enfatizó que muchos profesionales aún no contemplan al microbioma en sus prácticas clínicas, no prescriben probióticos con base científica, y la mayoría de los consumidores desconoce cómo proteger su microbiota intestinal. Este paradigma debe cambiar.
Busnelli subrayó que el microbioma es un eje prioritario dentro del trabajo de la SAN, desde donde se impulsa su estudio y difusión para transformar la práctica profesional y la salud pública.
La conferencia final actuó como un faro para el futuro: investigación interdisciplinaria, nuevas tecnologías de análisis (como la metagenómica, que estudia el ADN de comunidades microbianas en entornos específicos), desarrollo de alimentos funcionales, educación masiva y, sobre todo, una mirada ecosistémica de la salud.
Al cierre del evento, Katz concluyó que para lograr un futuro más sano no alcanza con cambiar lo que comemos: es necesario transformar cómo producimos, cómo tratamos los suelos, cómo cuidamos el agua y cómo regulamos los medicamentos. Todo está conectado, y el microbioma es el hilo invisible que une todos esos aspectos.