Si Manuel Belgrano pudiera mirar lo que han hecho con su legado, no solo se revolcaría en su tumba: probablemente tomaría su espada con empuñadura de oro y la clavaría en el escritorio de cada funcionario que, durante más de dos siglos, fue incapaz de concretar una de las voluntades más nobles de nuestra historia. Porque sí: pasaron 212 años desde que el prócer donó su recompensa militar para construir escuelas públicas en distintas provincias, y la única que empezó a edificarse en Tucumán aún no ha sido terminada. Para peor, una parte de ese edificio incompleto está al borde del derrumbe.
No es una metáfora: está literalmente cayéndose a pedazos.
El municipio de San Miguel de Tucumán debió declarar en peligro de derrumbe un sector de la Escuela de la Patria "Dr. Manuel Belgrano", ubicada en La Rioja 650, en el sur de la capital. La Dirección de Catastro y Edificación, tras una denuncia de padres, constató que el depósito de materiales presenta grietas de hasta 2,5 cm, fisuras diagonales, desplazamiento de muros y riesgo inminente de colapso hacia la vereda. Se ordenó el desalojo del área, la colocación de vallas y, si hiciera falta, la presencia de una consigna policial. Nada menos. Una escuela a medio hacer, a punto de desplomarse.
Esto no es un hecho aislado. Es parte de una larga cadena de desidia, desinterés y papelones históricos. En 1813, la Asamblea del Año XIII premió a Belgrano con 40.000 pesos fuertes por sus triunfos en las batallas de Tucumán y Salta. El prócer, con la ética de otro siglo —literalmente—, decidió donar ese dinero para fundar cuatro escuelas de primeras letras en Tarija, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán. Pasaron gobiernos, dictaduras, repúblicas, crisis, restauraciones y caídas, y la única escuela cuya obra comenzó en Tucumán nunca fue terminada.
Belgrano donó el dinero en 1813. El edificio recién empezó a levantarse en 1998. Un retraso de 185 años, digno de un récord mundial de desorganización. Se colocaron piedras fundacionales, se anunciaron etapas, se posaron funcionarios para las fotos. En 2003, un decreto del entonces gobernador Julio Miranda le quitó parte de los terrenos a la institución. La ironía: Miranda también presidía la Comisión Histórica del Legado Belgraniano. El guardián del legado lo mutiló con su firma.
Las aulas prometidas no se construyeron, la planta alta jamás se concretó y, durante años, el edificio funcionó como escuela parche, alojando estudiantes que no cabían en otras instituciones. No tenía matrícula propia, ni identidad, ni el espacio suficiente para llevar con dignidad el nombre del creador de la Bandera.
La historia es tan absurda que tiene episodios de tragicomedia. Durante décadas, los fondos de Belgrano figuraron como “Fondos Públicos Primitivos Capellánicos” en los libros contables de Buenos Aires. En algún momento del siglo XX, registros cruciales fueron regalados como papel viejo a instituciones benéficas. La historia del país, literalmente, vendida al kilo.
La investigadora Martha Dichiara logró reconstruir el rompecabezas y, en 1974, se plantó ante el entonces ministro de Economía, José Gelbard, para reclamar lo que Tucumán jamás había recibido. Le abrieron archivos, bancos, legajos. Pero la historia seguía trabada. En paralelo, el edificio iba acumulando actos frustrados de inauguración: con Antonio Bussi, con Palito Ortega, con los herederos de la desidia.
Recién en 1999 se habilitó un edificio incompleto. Y como si el universo buscara subrayar el sarcasmo de la historia, en 2025 —cuando se cumplen 190 años del incumplimiento del legado de Belgrano— el municipio debió intervenir porque las paredes de ese mismo edificio podrían desplomarse.
Pero no todo es ruina. En junio de 2024, finalmente, se inauguraron obras de ampliación y refuncionalización en el establecimiento. El gobernador Osvaldo Jaldo, junto a la ministra de Educación Susana Montaldo y el ministro de Salud Luis Medina Ruiz, presentó cuatro nuevas aulas: tres salas para jardín de cinco años y una de primer grado. Se construyeron también espacios de desborde, baños accesibles, sala de profesores y pérgolas. Todo con una inversión cercana a los 200 millones de pesos.
El acto se celebró en coincidencia con el 250° aniversario del nacimiento de Belgrano, como si el calendario se hubiese apiadado de tanto absurdo. La ministra destacó que el prócer luchó por la educación de indígenas, mestizos, mujeres y afrodescendientes, y que su legado debe ser una guía. El gobernador, por su parte, agradeció a la comunidad educativa por la paciencia. Más de dos siglos de paciencia.
EL PROYECTO QUE SE ANUNCIÓ PERO NO AVANZÓ.-
El proyecto mayor —lanzado en 2023— incluía la ampliación total de la escuela con tres niveles educativos y una inversión de más de 800 millones de pesos. Su ejecución está en marcha, pero todo indicaría que el calendario se mofará una vez más, porque estaba previsto que todo se terminara este año.
La historia de la Escuela de la Patria es una mezcla de epopeya inconclusa, negligencia estatal y deuda moral. Belgrano soñó con una escuela de primeras letras con “plumas y tintas” para todos. En lugar de eso, obtuvo 212 años de abandono, terrenos quitados, archivos quemados y, por si fuera poco, paredes que hoy se caen.
Y mientras se discuten licitaciones, refacciones, decretos y vallados de emergencia, el gran legado del héroe de Tucumán aún espera convertirse en una realidad completa. Espera de pie. O mejor dicho, espera como puede, mientras las paredes se agrietan.