En un emotivo cierre de la 31ª Asamblea Federal de la Acción Católica Argentina, el Arzobispo de San Juan de Cuyo y Asesor General de la institución, monseñor Jorge Eduardo Lozano, ofreció una profunda homilía ante un colmado Palacio de los Deportes. La celebración contó con la presencia de cientos de fieles provenientes de distintas diócesis del país, quienes participaron activamente del encuentro nacional del movimiento laical católico.
La homilía del arzobispo giró en torno a la centralidad de Jesucristo en la vida del creyente y al compromiso misionero que debe caracterizar a la Acción Católica.
Lozano inició su mensaje destacando la importancia del saludo tradicional “¡Alabado sea Jesucristo!”, afirmando que no se trata de una mera fórmula, sino de una expresión del deseo más profundo del corazón: “Cuando proclamamos ‘alabado sea’, también decimos ‘amado sea’, ‘anunciado sea’, ‘seguido sea’. Queremos que Jesucristo sea verdaderamente el centro de nuestras vidas”.
Citando el Documento de Aparecida, recordó que “conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona”, y conmovió a los presentes al afirmar: “Yo mismo les confieso: amo a Jesucristo, con toda mi vida y con mis fragilidades a cuestas”.
Un fuego que transforma
Uno de los ejes de su mensaje fue la imagen del fuego como símbolo del amor de Dios, de la misión y de la esperanza que anima a los discípulos. “Hoy Él nos invita a renovarnos en la alegría de la misión”, expresó. “Sintiendo ese fuego en el corazón, nos unimos al deseo expresado por el Señor: ‘He venido a traer fuego a la tierra y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!’”.
Ese fuego, según Lozano, no destruye sino que transforma, reúne, anima y fortalece. Fue comparado con el fuego que Jesús encendió para sus discípulos en la playa tras la resurrección, el que ardía en los corazones de los caminantes de Emaús, y el que descendió en Pentecostés. “Es el fuego que nos pone en marcha para ser peregrinos de esperanza”, insistió, llamando a salir del encierro y la comodidad.
Una Iglesia viva, en salida
El arzobispo instó a no volver a lo mismo de siempre al regresar a las diócesis, sino a dejarse transformar por la experiencia vivida durante la Asamblea. “Alimentemos ese fuego adorando a Jesús, escuchando a los desalentados, buscando a Cristo en los descartados, en las alegrías y en las penas del pueblo”.
También alentó a soñar con una Iglesia más viva, sinodal y misionera, comprometida con los pobres y con el cuidado de la casa común. “La vida cómoda no es alternativa; el Evangelio nos impulsa a salir del conformismo y abrazar el desafío. Seremos signo de contradicción, como lo fueron los profetas”, advirtió.
Una Acción Católica fermento de esperanza
Sobre el final de su homilía, monseñor Lozano pidió al Espíritu Santo que renueve el ardor misionero en cada participante. “Que cada rincón de nuestra patria vea en nuestro testimonio la presencia viva de Jesucristo, amado y seguido”, afirmó, y confió los frutos de la Asamblea a la intercesión de la Virgen María y de los beatos Pironio y Pedernera, referentes de la Acción Católica.
Con una ovación de los presentes, el arzobispo cerró su mensaje con el saludo que había dado inicio a la celebración: “¡Alabado sea Jesucristo!... ¡por siempre sea alabado!”