Tras la Misa de Pascua, presidida por el Cardenal Angelo Comastri por decisión del Papa, el tradicional mensaje "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) fue pronunciado por Ravelli debido a las recientes dificultades físicas de Francisco. No obstante, el Santo Padre sorprendió al recorrer con alegría la Plaza de San Pedro en el papamóvil, saludando a miles de peregrinos que celebraban la Resurrección de Cristo.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!”, expresó Francisco al inicio del mensaje, centrado en la esperanza que brota de la tumba vacía de Jerusalén: “Jesús, el Crucificado, no está aquí, ha resucitado”. A través de estas palabras, el Papa subrayó que el amor venció al odio, la luz a las tinieblas, y el perdón a la venganza.
Un mensaje de consuelo y firmeza
Dirigiéndose a quienes sufren en silencio, Francisco les recordó que sus lágrimas “han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido!”. Insistió en que la esperanza cristiana no es ilusoria ni evasiva, sino comprometida y activa. “Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, y comienzan a caminar como peregrinos de esperanza”, afirmó.
También advirtió sobre la violencia cotidiana: "Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en numerosos conflictos, pero también en los hogares, contra mujeres, niños, migrantes y marginados". Ante este panorama, el Papa exhortó a volver a confiar en los demás, incluso en aquellos que vienen de otras tierras y culturas: “Todos somos hijos de Dios”.
Paz en Tierra Santa y condena al antisemitismo
Desde el Santo Sepulcro, donde católicos y ortodoxos celebraron este año la Pascua el mismo día, el Papa imploró que la luz de la Resurrección ilumine toda Tierra Santa. Reiteró su cercanía con los cristianos de Palestina, el pueblo israelí y los palestinos, y expresó su inquietud por el “creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo”.
Francisco fue claro: es urgente un alto el fuego en Gaza, la liberación de los rehenes y la atención a una crisis humanitaria indigna que golpea a miles de civiles, especialmente en Gaza.
Clamor global por la paz
El mensaje del Papa recorrió diversos escenarios de conflicto:
Líbano y Siria: Francisco pidió estabilidad y participación para las comunidades cristianas y acompañamiento por parte de toda la Iglesia.
Yemen: Instó a encontrar soluciones mediante el diálogo en medio de una de las peores crisis humanitarias prolongadas del planeta.
Ucrania: Deseó que Cristo resucitado infunda paz a este país martirizado y anime los esfuerzos hacia una paz justa y duradera.
Cáucaso Meridional: Espera que se firme pronto un acuerdo definitivo entre Armenia y Azerbaiyán.
Balcanes Occidentales: Llamó a prevenir tensiones y rechazar conductas desestabilizantes.
También recordó con dolor a África, mencionando a la República Democrática del Congo, Sudán, Sudán del Sur, el Sahel, el Cuerno de África y la Región de los Grandes Lagos, y expresó su apoyo a los cristianos que no pueden vivir libremente su fe.
El llamado: desarme y solidaridad
Francisco advirtió que la legítima defensa de los pueblos no puede derivar en una carrera armamentista. “La paz no es posible sin un verdadero desarme”, afirmó. Animó a los líderes políticos a invertir en el bien común, en lugar de fomentar el miedo y la división.
Con especial atención, mencionó a Myanmar, donde el reciente terremoto ha dejado miles de muertos y heridos, y valoró positivamente el anuncio de alto el fuego como “un signo de esperanza”.
Un cierre lleno de sentido
El Papa concluyó su mensaje con una súplica por la liberación de los prisioneros de guerra y los presos políticos con motivo del Jubileo Ordinario de 2025. Recordó que la Pascua es la victoria de la vida sobre la muerte, y dejó una imagen poderosa:
“Encomendémonos al Señor resucitado, porque sólo Él puede hacer nuevas todas las cosas. Y en ese futuro nuevo, ya no se oirán el estruendo de las armas ni los ecos de la muerte”.
Fuente: con información de Vatican News.-