Franco Colapinto enfrentó uno de los desafíos más complicados desde su desembarco en la Fórmula 1 durante el Gran Premio de España, novena fecha de la temporada. Pese a las dificultades que ya había atravesado en Brasil y Las Vegas, lo vivido en Montmeló fue aún más cuesta arriba. El piloto argentino padeció múltiples contratiempos con su Alpine A525: desde problemas técnicos y una fuga hidráulica en los entrenamientos, hasta una falta general de equilibrio en el auto que le impidió encontrar ritmo. La expectativa de reencontrarse con la confianza tras correr en trazados urbanos como Mónaco se diluyó rápidamente, y la jornada terminó con frustración por tiempos muy por detrás de su compañero Pierre Gasly.
El único momento alentador llegó el sábado durante la clasificación, cuando Colapinto se mostró competitivo y parecía encaminado a meterse en Q2, incluso superando momentáneamente a Gasly. Sin embargo, una falla en la transmisión lo dejó sin potencia en su intento final y truncó cualquier chance de progresar en la qualy. A pesar del golpe anímico, el argentino rescató sensaciones positivas por lo mostrado en pista, aunque no pudo reflejarlo en resultados concretos.
La carrera del domingo fue una verdadera pesadilla. Colapinto no logró sostener una performance estable a lo largo de las 66 vueltas, con diferencias notables en tiempos de vuelta y una falta total de ritmo con los distintos compuestos. Fue superado con facilidad por rivales que salían de boxes, y recién en el último tramo —con gomas blandas y poca carga de combustible— mostró algo de velocidad. Logró superar a Esteban Ocon y se benefició de la penalización a Oliver Bearman para cerrar 15º. Su ingeniero le remarcó por radio la necesidad de trabajar intensamente para revertir el panorama. Mientras en Alpine toman nota del rendimiento, Colapinto sabe que cada carrera será clave para consolidar su lugar en la categoría.
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